miércoles, 17 de marzo de 2010

Lady Gaga, por amor al arte

Oh, mon Dieu. ¿Puede uno arriesgar su salud a costa de ser original, el no va más, el acabóse, la repera? ¿Para conseguir que los medios hablen de ti, y tus fans te encumbren como la cosa más divina jamás habida? Sí. Nos lo acaba de demostrar la ínclita Lady Gaga.

Esta vistosa señorita estuvo, hace unos días, al borde de dar un disgusto a sus legiones de fans; justo cuando acababa de tomar un avión en el londinense aeropuerto de Heathrow. La razón: que, a causa del atuendo que llevaba, estuvo a punto de desarrollar una trombosis venosa profunda; que no es otra cosa que un acúmulo de sangre en las piernas que puede devenir en fatal coágulo. ¿Recuerdan el famoso síndrome de la clase turista? Pues esto es.

Menos mal, y demos gracias al espíritu de Michael Jackson o Freddie Mercury (pues no son otros los héroes de la chica), que la avezada tripulación de la nave pudo ayudarla a tiempo; instándola a que se desvistiera o, por lo menos, se calzase un atuendo más cómodo. Esto puede indicar que, acompañada como va de sus acólitos de Haus of Gaga -el equipo de diseñadores y estilistas que se dedica a disfrazarla de falla valenciana-, no le es difícil sacarse otro modelito de la chistera si la ocasión lo requiere. Mientras haya unos plásticos y unas cortinas a mano...



Claro que, ahora, muchos se preguntarán en qué nueva funda se ha embutido la artista; cuando su sistema circulatorio ha estado por colapsar. Nada menos que en un entramado de cintas negras y amarillas; rematado por unos espectaculares zapatos azules de plataforma diseñados por el recientemente finado, y amigo cercano, Alexander McQueen. Quizá sea esta la razón por la que la Germanotta reaccionó más bien airadamente cuando se vio obligada a quitárselos. Eso, o una innata estupidez (que también puede ser).

Pero no sufran: está sana y salva. Mientras tanto, los británicos, los checos, los filipinos, los malgaches, los melanesios, los paraguayos, los beliceños, los ugandeses, los masai, los yanomami, los aborígenes, los ricos, los guapos, los bajitos, los listos, los tontos, los desfavorecidos, los pobres de espíritu, los amantes de la vida, ustedes, un servidor y, en definitiva, todo el orbe; nos hemos enterado de lo que le ha pasado a la famosa cantante.

Y en sólo cinco días, 19 de millones de visitas contaba ya su vídeo 'Telephone' en YouTube. Visitas que siguen subiendo, dado el gran interés artístico del clip: road movie, Beyoncé, lesbianismo sutil, carnaza on your face, violencia, indumentaria de infarto e imágenes anfetamínicas son sólo algunos elementos que trufan sus nueve y pico minutos de duración. Ah, dirige Jonas Akerlund. Lo digo por si -además de admiradores de Lady Gaga- ustedes son cinéfilos y siguen la carrera de este sueco, que ya ha dirigido vídeos de Prodigy, U2, Smashing Pumpkins o... Roxette.

¿Qué queda claro con todo esto? Pues que, si algo mueve a la diva caleidoscópica, es el amor a su oficio; aunque, sinceramente, uno ya casi ni sabe cuál es: ¿cantante? ¿provocadora por vocación? ¿agitadora cultural? ¿icono pop? ¿estandarte de modernidad? ¿maniquí con una paciencia infinita? Quizá sea más acertado decir que ésta es una nueva forma de amor al arte, aunque... ¿qué no es arte a día de hoy?

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