miércoles, 3 de marzo de 2010

Travesuras del primer amor

Como muchos de ustedes ya sabrán, durante estos días se está rajando un melón. Vamos, que se está destapando la caja de los truenos. Explícome. Seguro que ya han visto el desfile de figuras públicas por las salas del Parlament de Catalunya, y cómo exponen sus argumentos a favor o en contra de la tauromaquia. Mejor dicho, a favor o en contra de que sea abolida en suelo catalán, como pide la iniciativa legislativa popular que está siendo tramitada allí.

Yo, como todo el mundo, tengo una opinión. No me gustan las corridas de toros ni, por extensión, ningún festejo cuyo objeto sea maltratar a un animal. Y los adjetivos 'tradicional', 'atávico' o 'pasional' no me dicen nada cuando se refieren a estas cuestiones.



Sí creo, no obstante, que no hay nada como ser pedagógico al abordar estos temas. No caer en el estereotipo (infundado, la verdad) de que las plazas de toros están llenas de sádicos sedientos de sangre. Defender una postura es, si no más efectivo, sí más aleccionador cuando se hace a la manera de Jorge Wagensberg: el director del CosmoCaixa intervino en el Parlament pertrechado con elementos como un estoque y una divisa, explicando qué daños causaban al entrar en las carnes del animal. Y aclarando que, por muchas endorfinas que se liberen, ser pinchado con eso duele.

Pero hay veces, reconozcámoslo, que los protaurinos me facilitan mucho la labor de oposición. Un ejemplo de ello fue el discurso del ex diestro Joselito. O, más bien, el fragmento en el que comparó el arte toreril con 'el primer amor' porque, a su modo de ver, 'toda pasión tiene su parte de crueldad y dolor.' Comprenderán ustedes que me alegre cantidubi de no haber sido novia de este señor (cosa harto improbable, por otra parte).



Y, como movimiento en cadena propulsado por un repiqueteo de engranajes que producen una chispa nacida para encender una vela que quema un cordel atado a un mazo que ipso facto se suelta y oscila para golpear el gong situado en el interior de lo que llamamos sentimiento nacional, ha pasado lo que tenía que pasar. Que Esperanza Aguirre ha declarado la tauromaquia bien de interés cultural, BIC si lo queremos en acrónimo y con mayúsculas. Y el efecto dominó ha amerizado en Levante: la Comunidad Valenciana de Camps y la Murcia de Valcárcel también han colocado tan rimbombante vitola a las corridas.

De lo que se lee: entre socialistas e independentistas, y no digamos los rojos, nos quieren quitar lo más sacrosanto de nuestro país. Blindemos los toros y convirtamos esto en una cuestión de identidad nacional, confrontación y partidismo. Mientras tanto, no sabemos qué pensarán los próximos seis bóvidos que salgan al albero (porque, a lo mejor, y en contra de lo asumido por todos, estas criaturas tienen fuero interno). Yo, conjeturando, los imagino diciendo: 'estos humanos no son tan racionales como nos enseñó mamá vaca.'

Y así está, unos por los otros, la casa sin barrer.

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